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Mi historia parte 8: ¡Una vaina solo pá hombres!

Debía buscar un lugar físico donde comenzar a materializar el resultado de mi investigación. Necesitaba encontrar donde plantar mi proyecto.

Personalmente creo que uno de los problemas que tiene nuestra controversial capital, Caracas, son los estacionamientos. El lugar puede ser el mejor del mundo, pueden prestarte el mejor servicio, la calidad insuperable e incluso podría resultar, además, el más económico; pero si usted no tiene dónde estacionar su vehículo, ya lo piensa dos veces.


Así que la respuesta era bastante fácil de deducir: Un centro Comercial. Necesitaba encontrar un local en un centro comercial.


¡Recuerdan que les comenté al inicio, que aun y cuando quedé económicamente comprometido, hice un esfuerzo y di prioridad a cancelar mis deudas?. Pues bien, una de esas deudas fue el alquiler del local donde funcionaba la agencia de viajes. Gracias a eso, el dueño de ese local, mi amigo Luis Constanza, considero alquilármelo nuevamente. Él me preguntó:

— ¿Y ahora que vaina vas a montar?

Yo le contesté:

— ¡Una vaina sólo pá hombres donde se corten el cabello!




¡Ahhh una peluquería! Concluyó él.

Por primera vez sentí la enorme diferencia entre los conceptos “peluquería” y “barbería”. Ambas, en apariencia, por fuera, llenas de pelos; ¡pero por dentro con vanidades diferentes!


— ¡No amigo mio! Una BAR-BE-RÍ-A. Barbería, las barberías o sea: Solo para hombres. ¡Es más así la voy a llamar!


Curiosamente, era tan obvio el nombre que debía tener, qué algunas semanas después cuando conversaba con un barbero y le planteaba el proyecto, éste también dijo:

— ¡Ahhh un lugar Solo para Hombres, un Barber Shop!


La confusión de mí, nuevamente, arrendador; entre barbería y peluquería, se replicó muchas veces. Cada vez que mencionaba el nombre de mi proyecto y decía a que nos dedicaríamos, mi interlocutor respondía, como quien descubre América:

— Ahhh, ¡una peluquería! O… ¿una peluquería?

Sinceramente no me explicaba que no comprendieran la diferencia… era tan fácil, ¡tan evidente! Entendí que, en la cabeza del consumidor era la misma cosa y en río revuelto ganancia de pescadores; daba lo mismo ir a una peluquería que a una barbería, pues no y ya les contaré porqué.


Tenía que salir del cauce, del paquete, del enredo entre lo masculino y lo femenino. En criollo necesitaba salir de esa zambumbia que el consumidor tenía entre las uñas acrílicas y el after shave.

Otra idea llenó mi cabeza. Tenía que diferenciarme de todos ellos. Necesitaba una identidad.

De momento no supe como haría eso. Pero por si a las moscas, por si acaso alguna duda, para que no se equivocaran más, a: Solo para Hombre, le apliqué el anglosajón y le agregue la palabra correcta: BARBERIA.

Only for Men, Barbería.


Las ideas tomaban forma, se transformaron en un nombre que se estaba gestando entre las paredes de un local en el sótano de un centro comercial. Empecé a llamar a mi proyecto por su nombre.



En algún lugar leí: "La palabra tiene poder". No sabía que significaba, pero me gustaba. Me gustaba decir: Only for Men, Barbería; con todas las fuerzas de mi corazón.



Si te perdiste la entrada anterior léela aquí: Mi problema, mi solución

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