Debía
buscar un lugar físico donde comenzar a materializar el resultado de mi
investigación.
Necesitaba encontrar donde
plantar mi proyecto.
Personalmente creo que uno de los problemas que tiene
nuestra controversial capital, Caracas, son los estacionamientos. El lugar
puede ser el mejor del mundo, pueden prestarte el mejor servicio, la calidad
insuperable e incluso podría resultar, además, el más económico; pero si usted
no tiene dónde estacionar su vehículo, ya lo piensa dos veces.
Así que la respuesta era bastante fácil de deducir: Un
centro Comercial. Necesitaba encontrar un local en un centro comercial.
¡Recuerdan que les comenté al inicio, que aun y cuando
quedé económicamente comprometido, hice un esfuerzo y di prioridad a cancelar
mis deudas?. Pues bien, una de esas deudas fue el alquiler del local donde
funcionaba la agencia de viajes. Gracias a eso, el dueño de ese local, mi amigo
Luis Constanza, considero alquilármelo nuevamente. Él me preguntó:
— ¿Y ahora que vaina vas a montar?
Yo le contesté:
— ¡Una vaina sólo pá hombres donde se corten el cabello!
— ¿Y ahora que vaina vas a montar?
Yo le contesté:
— ¡Una vaina sólo pá hombres donde se corten el cabello!
¡Ahhh una peluquería!
Concluyó él.
Por primera vez sentí la enorme diferencia entre los
conceptos “peluquería” y “barbería”. Ambas, en apariencia, por fuera, llenas de
pelos; ¡pero por dentro con vanidades diferentes!
— ¡No amigo mio! Una
BAR-BE-RÍ-A. Barbería, las barberías o sea: Solo para hombres. ¡Es más así la voy a
llamar!
Curiosamente, era tan obvio el nombre que debía tener,
qué algunas semanas después cuando conversaba con un barbero y le planteaba el
proyecto, éste también dijo:
— ¡Ahhh un lugar Solo para Hombres, un Barber Shop!
— ¡Ahhh un lugar Solo para Hombres, un Barber Shop!
La confusión de mí, nuevamente, arrendador; entre
barbería y peluquería, se replicó muchas veces. Cada vez que mencionaba el
nombre de mi proyecto y decía a que nos dedicaríamos, mi interlocutor
respondía, como quien descubre América:
— Ahhh, ¡una peluquería! O… ¿una peluquería?
Sinceramente no me explicaba que no comprendieran la diferencia… era tan fácil, ¡tan evidente! Entendí que, en la cabeza del consumidor era la misma cosa y en río revuelto ganancia de pescadores; daba lo mismo ir a una peluquería que a una barbería, pues no y ya les contaré porqué.
— Ahhh, ¡una peluquería! O… ¿una peluquería?
Sinceramente no me explicaba que no comprendieran la diferencia… era tan fácil, ¡tan evidente! Entendí que, en la cabeza del consumidor era la misma cosa y en río revuelto ganancia de pescadores; daba lo mismo ir a una peluquería que a una barbería, pues no y ya les contaré porqué.
Tenía que salir del cauce, del paquete, del enredo
entre lo masculino y lo femenino. En criollo necesitaba salir de esa zambumbia
que el consumidor tenía entre las uñas acrílicas y el after shave.
Otra idea llenó mi cabeza. Tenía que diferenciarme de todos ellos. Necesitaba una identidad.
De momento no supe como haría eso. Pero por si a las
moscas, por si acaso alguna duda, para que no se equivocaran más, a: Solo para
Hombre, le apliqué el anglosajón y le agregue la palabra correcta: BARBERIA.
Only for Men, Barbería.
Las ideas tomaban forma, se transformaron en un nombre
que se estaba gestando entre las paredes de un local en el sótano de un centro
comercial. Empecé a llamar a mi proyecto por su nombre.
En algún lugar leí: "La palabra tiene poder". No sabía que significaba, pero me gustaba. Me gustaba decir: Only for Men, Barbería; con todas las fuerzas de mi corazón.
En algún lugar leí: "La palabra tiene poder". No sabía que significaba, pero me gustaba. Me gustaba decir: Only for Men, Barbería; con todas las fuerzas de mi corazón.
0 comentarios:
Publicar un comentario